La
manera de adquirir bienes o servicios ha ido evolucionando a lo largo de la
historia: en un principio, se utilizaba el trueque, el cual era un método poco
práctico que estaba destinado a desaparecer, por lo que poco a poco fueron
apareciendo materiales que eran usados como dinero. Entre estos materiales, los
metales preciosos (oro, plata y bronce) fueron popularizándose por todo el
mundo para su uso monetario debido a que tenían propiedades (divisibles,
reconocibles, duraderos, escasos…) que
los hacían idóneos para tal fin. Sin embargo, llevar grandes cantidades
de oro o cualquier otro metal de un lado a otro tampoco era práctico, por lo
cual se empezaron a admitir pagarés (billetes) donde el emisor se
comprometía a cambiar ese billete por
una determinada cantidad de oro. El siguiente paso evolutivo en esta historia
del dinero es nuestra posición actual, donde los billetes no son convertibles y
gran parte de la oferta monetaria no se compone de billetes y monedas físicos.
Tras habernos acostumbrado a reconocer los dígitos de nuestra cuenta corriente
como dinero real y tras haberse popularizado el uso de las tarjetas de crédito
para realizar cualquier pago, el siguiente paso lógico en esta historia monetaria
es la moneda virtual.
Por este
motivo, no sorprende que se haya creado la moneda virtual llamada Bitcoin. Esta
moneda fue creada en 2008 por una persona anónima (o personas, no se sabe) que
se hace llamar Satoshi Nakamoto. El Bitcoin puede crearlo cualquier
usuario a través de un proceso informático que llaman “minería”, en donde el
usuario utiliza un software especial para resolver un algoritmo matemático a
través del cual puede conseguir estas monedas. La cantidad de monedas que existen o pueden llegarse a crear a
través de este sistema es limitada y su coste de producción (tal y como pasó
con el oro cuando podía servir como moneda) se ha igualado al valor de mercado
de esta moneda.
El Bitcoin ha
sido visto por muchos como la panacea monetaria, dado que era una moneda libre
del control de cualquier Gobierno, y se ha ido popularizando de manera que
ahora muchos comercios aceptan bitcoins como pago. Sin embargo ¿es razonable
confiar en esta moneda? Desde mi punto de vista no me cabe duda de que en el
futuro surgirán más monedas digitales y llegará un momento en el que no existan
billetes ni monedas físicos, sin embargo, analizando esta moneda en concreto y
en este preciso momento del tiempo y dejando a un lado el debate sobre si el
Gobierno debería ejercer algún tipo de control o no en la Política Monetaria,
yo no demandaría esta moneda ni como medio de transacción, ni por precaución ni por
especulación, los 3 famosos motivos que Keynes nos ofrece para justificar la
demanda de dinero. Para empezar, y
centrándonos en el motivo especulación, hace falta ser un inversor muy
arriesgado para invertir en una moneda que pasó en la segunda mitad del año
2013 de valer 98 dólares a más de mil, y que ahora vuelve a rondar los 400 USD
(una gran ganancia para los que invirtieron en 2013, de acuerdo, pero extremadamente
arriesgado invertir viendo los bandazos que te puede dar esa moneda en un solo
día). Las razones por las que no demandaría esta moneda como motivo de
transacción o precaución tienen que ver con el razonamiento anterior, a saber,
una moneda para que funcione debe ser estable (vemos que no lo es) y lo más
importante, debe generar confianza. Este sistema actual funciona porque de un
papel que ha costado céntimos fabricar
yo me creo que tiene un valor de
500 euros porque así lo pone en el propio papel, es decir, tengo
confianza en que ese papel vale lo que pone que vale. Las bitcoin a día de hoy,
no me generan ninguna confianza, en primer lugar, por sus bruscos cambios de
valor, y en segundo lugar, porque se ha asociado el uso de bitcoins con actividades
fraudulentas (aunque contrariamente a lo que la gente cree, una factura en
bitcoins también está obligada a facturar IVA, declarar a Hacienda etc etc, lo
mismo que en euros) e ilegales, de modo que algunos países ya han puesto leyes para
evitar su uso.
En resumen,
aunque esta moneda en concreto ahora no me genere ninguna confianza (quizá sí
en el futuro), es innegable el aumento de popularidad que ha tenido en su corto tiempo de vida. Las autoridades monetarias de cada país deben
empezar a mirar hacia el futuro y
plantearse una moneda virtual como medio de pago, así como la
legislación de cada país debe ir preparándose poco a poco para regular el uso
de monedas virtuales.
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